Being Vain

Tuve mala suerte aquel dia en la Joy Eslava. Steve salió a escena solo, pero sonaba una especie de batería rara. ¡Tiene narices!. Vas a ver a un ídolo de la música de raíces y te encuentras una caja de ritmos acompañándole. Aún así no hay quejas. Steve dio un buen concierto precedido por su entonces señora Alison Moorer y la cosa salió razonablemente bien.  Steve es de esos que siempre conviene seguir. Incluso en estos años en los que las musas parecen haberle abandonado un poco. Yo le conocí en los lejanos años de Train a Comin' y El Corazón y, bueno, de aquel Steve que bordeaba la fama hoy parece quedar más bien poco. No pasa nada. Steve a diferencia de otros, hace algunos años que decidió combatir eso de la falta de inspiración a base de perfil bajo y discos de homenaje a ídolos, influencias y compañeros de profesión que están dejando un pulido atardecer a su ya larga carrera.  Este 2022 vuelve con con Jerry Jeff. No hace tanto lo hizo con J.T. (2021), Guy (2019) o Townes (2009)

  No hace mucho un amigo posteó en Facebook un video de un programa que Sammy Hagar parece tener en algún canal de Internet. Sammy y su "California-all-the-time" manera de ser se dedica a viajar a través de US y entrevistar a personalidades de la música. En este caso el programa gira en torno a una entrevista a John Mellencamp en la lejana Indiana. Sammy sigue fiel a la manera de ser que todos conocemos desde hace años. El Red Rocker aterriza en busca de un compañero de generación. Uno de esos que solía llenar estadios como él. Uno que también debió disfrutar de fortune and fame a raudales. Y seguramente eso fue así ... pero el bueno de Sammy se choca de bruces con un Mellencamp que da la sensación de haber cambiado mucho desde aquellos lejanos ochenta. Un Mellencamp que sigue haciendo discos y disfrutando de ellos pero que a la vez se ha convertido en alguien más interesado en sus pinturas y en la parte más social y política de su arte. Difícil para Sammy. Él no tiene reparo

Llevaba mucho tiempo pensando en esta entrada. 1989 fue sin lugar a dudas uno de los años que más marcó mi existencia. Salto de los 17 a los 18. Salto de vuelta desde Catalunya a Andalucía. Salto desde esa que suele ser la mejor época de la vida a lo que fueron un par de años un poco raros hasta que el cuerpo se acostumbró a la cerveza Alhambra y la malafollá. Hubo muchos refugios con los que sobrellevar el tema. Uno, sin duda alguna, fueron los discos, la radio, el Popular 1, las tiendas de discos que aún existían y todo lo que con ello se relacionaba. Cuando reordeno discos, a veces hasta me asusto de lo que veo. Mi pequeña colección recoge más discos de esa época que de ninguna otra. Y es una pena porque, hay que reconocerlo, 1989 no fue para la música lo mismo que 1971. Sin embargo siempre está eso que se puede llamar significado emocional. La conexión entre ese momento y ese sonido. La música del tiempo que te ha tocado vivir. Pongamos las cosas en contexto. Aquel adolescente que

Rosalía . Motomami. Hype. El disco que da miedo que te guste. Como pasar de la lágrima a la indeferencia. De bajar a subir el volumen. De rimas que me producen risa a otras que me erizan hasta el ultimo vello del cuerpo. Que pena cuando quieres algo pero dios tiene otros planes para ti.  Las llamas son bonitas porque no tienen orden.  Y el fuego es bonito porque todo lo rompe. No se que pensar. No se que decir. No se que poner. La gente se debate entre la obra maestra y la bazofia mas absoluta. ¿Son nuevos esos gorgoritos?. ¿Esas bases brutales?. ¿Esa estúpida forma de hablar?. ¿Es "tu gata en Kawasaki" una especie de haiku estúpido?. ¿Han robado la base de Saoko de un disco de Rage Against the Machine?. ¿Producto o no producto?. Producto por supuesto. Milimetrado. Una niña disfrazada. Un producto con lazo. Uno muy cuidado. Vestido de originalidad. De provocación musical. De provocar debate entre esos a los que no debería gustar. De hecho, el producto solo falla en esos temas

Son días complicados. Pero como leí en algún sitio el otro día, hay que tratar de disfrutarla vida incluso cuando esta te golpea. ¿Quién soy yo para contar mis penas cuando hay gente muriendo cada día por iguales o mucho más incomprensibles razones?. Ese disfrute, si alguna vez tengo la capacidad de tenerlo, siempre vendría por la admiración. La admiración de quienes se juntan en una sala para recibir un tratamiento que a lo sumo extenderá algo más sus vidas. De las formas en las que se hablan, se animan, se retroalimentan. Que bien se te ve, que guapa estas hoy, cuando acabas ... Eso sí es ser un héroe. Eso si es tener un superpoder. Esta maldita desgracia golpea indiscriminadamente. No te lo has ganado. No has hecho nada mal. Seguramente, tampoco los médicos han hecho nada mal en el proceso. Pese a la rabia que te atormenta. Pese al si hubieran hecho esto o lo otro o mas rápido o más fuerte ... que indefectiblemente y cada noche te asalta al irte a dormir. Ellos, sin embargo, absorbe

Cuando empezamos le gustaba Modestia Aparte. Todo un reto. Ni le atraía la música demasiado, ni conocía a muchos de los grupos que a mi me gustaban, ni creo que hubiese ido nunca a un concierto. En aquella clase, nos juntamos un grupo de frikis musicales que no parábamos de dar la lata así que al final, no le quedó más remedio que aprender. La evolución ha sido inmensa desde entonces. La presencia de la música en nuestras vidas, una constante. Es difícil recuperar un momento que de un modo u otro no asociemos a alguna canción o algún grupo. La tarea fue de órdago sí, pero tras mucha sangre sudor y lágrimas, de aquella granaína que apenas era capaz de reconocer a Eric Clapton queda más bien poco. Fueron cientos de "compilations" en cassette. Cintas que dudo mucho que escuchara entonces. Cientos de rollos de un palizas que casi no sabía hablar de otra cosa. Muchos conciertos que empezaron siendo un poco obligados y que, poco a poco, se han ido convirtiendo en parte esencial tam

Hay una cosa que los viejos escuchantes siempre hemos tenido. Ganas de aprender de otros. Quizá aún más viejos escuchantes que nosotros. Ganas de ir más allá. De entender qué es lo que escuchan otros y con ello trabajar ese tímpano y formar tu propio gusto. Esa es la función que tenían algunos libros como éste que te solían caer por tu cumpleaños o por Navidad. En la era del no-internet es lo que había. Estaba lo que te comprabas, lo que te grababas, lo que te decían tus amigos, las revistas y los libros. Algunos de ellos llegaban al nivel esencial. Eran como un abre-orejas instantáneo. Que sí, chico - parecía decir desde estas páginas Juan Vitoria y su alisado pelo rubio en la contraportada - que mucho grunge y mucho Jane's Addiction y tal, pero que tú no sabes quien son ni Kim Fowley ni Devo ni Badfinger. ¡Te queda mucho!. Indefectiblemente decepcionante, pero cierto. No tenías ni idea. Seguramente tampoco la tienes hoy. Tus grupos y discos favoritos; esos que buscabas ávidamente

Hace unos días hablaba de Almodovar. La boca debía lavarme con estropajo según algunas cosas que se leen por ahí. El caso es que el manchego es uno de esos directores a los que se les reconoce un innegable lenguaje propio. También se suele hablar de él como un director de mujeres. Algo así como un reconocimiento a su supuesta habilidad para entrar en el sentir femenino y reflejarlo en sus personajes casi siempre en manos de grandes actrices. Puede que todo eso sea cierto. No seré yo quien discuta la magnitud global del genio almodovariano. El caso es que hoy, tras ver The French Dispatch, todo eso me ha venido de nuevo a la cabeza. Lenguaje propio. Director de actores. Genio. Todo eso que tanto me cuesta a veces encontrar en Pedro, pero que veo constantemente en Wes Anderson. Un tipo de cine especial, masivo, entretenido e indefectiblemente personal. No hay muchos por ahi haciendo las cosas que él hace. Tampoco que sean capaces de atraer elencos como los que él atrae. Seguramente Wes a

Recuperando sensaciones. Eso es lo que me está pasando últimamente con Radio3. Soy uno más de esos que se quejaron amargamente de la marcha de pesos pesados de la cadena pública. No es que les escuchara mucho últimamente, la verdad, pero nombres como los de Jose Maria Rey, Carlos Pina, Paco Pérez Bryan, Xavier Moreno o Manolo Fernández siempre serán parte de mi vida. No tanto la de otros popes de la cadena que identifico mas con rollos movidamadrileñaycosasdeesetipo que no me hacían tanta gracia. El caso es que de un tiempo a esta parte y sin motivo aparente, he dejado de grabar USBs o llevar CDs en el coche. Eso me hace conectarme mucho más a menudo a la radio cuando salgo del trabajo o cuando llevo al niño a algún sitio. Suelo coincidir con Diego RJ y su Sótano o con Julio Ródenas y su Turbo3. Casi siempre un placer. Uno me rejuvenece y el otro me hace recuperar la fe. De eso es de lo que se trata. Seguramente la gente ha pasado (hemos pasado) demasiado tiempo lamentando las marchas

Phil Collins puede ser el personaje mas denostado del rock clásico. Del gran rock. De ese que llenaba estadios. De ese en el que la gente se sabia las alineaciones de memoria. Del mismo modo que yo le eche la culpa a mi madre de que nos fuésemos de Barcelona, el mundo le echó la culpa a Phil de que una banda perfecta y respetada como Genesis iniciase una deriva comercial. También le echó la culpa de triunfar a base de baladas de película y de discos que gustaron a todos. El problema de gustar a todos es que poco a poco llega el hartazgo, el olvido, el vómito contenido casi. El pobre Phil empezó a caer en ese olvido. Daba igual que relanzara sus discos. Que se rejuntara otra vez con Genesis. Que se acercara a ese soul-pop que tanto le gusta. Ya no caía bien. El bufón, una vez gracioso y amigo de todos, empezaba una debacle comercial y desgraciadamente física que en estos últimos años no le ha dejado ni calzar las baquetas como ha hecho toda la vida. Es duro verle así, aunque debo recono