Cassettes


Lo recuerdo como si fuese un potro de tortura. Yo estudiaba oposiciones. Ella trabajaba en Carrefour. Turno de noche. Yo era un novio dedicado. Cada noche. Cada noche. Ahí estaba. Salía de casa. Cogía el Ibiza de mi madre. Y a la puerta del Carrefour. Aun no había mp3. Aun no había Spotify. El Ibiza no tenía reproductor de CD. Cintas de cassette. Un equipo de esos que se sacaban de su sitio en el frontal y se metían debajo del asiento. No sea que al potencial ladrón no se le ocurriese mirar ahí. Tenía miles de cintas. Aun no se porque, no muchas de ellas acababan en la guantera del coche. De hecho recuerdo dos. Dos cintas de cassette que escuché miles de veces. Parado a la altura de un paso de cebra. Entre la Iglesia del Carmelo y el parking ya cerrado del Carrefour. Interminables minutos que iban pasando entre Mellon Collie and the Infinite Sadness de Smashing Pumpkins y el Blow Up de los Smithereens. Ella no era especialmente rápida. Siempre le ha gustado hablar. Así que había tiempo. Aparcabas en Jellybelly y a lo mejor salía del centro cuando Billy Corgan iba por Stumbleine. Cosa seria. Todo por una cerveza juntos, un poco de charla y verse un rato. Tampoco había whatsapp ni móviles. No más de media hora. A la mañana ella a sus clases y yo a mis oposiciones. Soñábamos con una casa. Un salón. Un sofá y un VHS. Eso de vivir en las casas paternas no nos dejaba mucho espacio. Al final todo llega. Pero, esas dos cintas han quedado para la posteridad. Si entras en un bar, si vas a un centro comercial, si pones la radio ... y a algún loco y viejuno dj se le ocurre poner Get a Hold of my Heart indefectiblemente ese paso de cebra vuelve a nuestra memoria.

Comentarios

Gonzalo Aróstegui Lasarte ha dicho que…
Eres un sentimental incurable, J.

Abrazos.
J Aybar ha dicho que…
Entre Corin Tellado y Meg Ryan del bloguerío que aún resiste ... :-)