Hablar

mi cambio en positivo: Gritar ... Hablar ... Susurrar ...

A veces siento que estoy perdiendo la capacidad de comunicarme. Mis hijos están llegando a esa edad en la que es difícil estar a su lado como quisieras y eso no es sencillo de manejar. Tanto tiempo de sobreexposición en la pandemia tampoco ayuda, creo. Es difícil no recibir una galleta de vuelta cuando hablas, propones o dices cualquier cosa. No se bien como manejarlo. Incapacidad personal. Tal vez me perdí esa clase. Al final, a veces pasas. A veces te encierras. A veces miras a otro lado. A veces tratas de razonar. A veces pierdes los nervios. Y no, no es algo que sea siempre así. No es el drama que a veces oyes en otros. Pero es demasiado frecuente. Demasiado. No creo haber educado a mis hijos para acabar así. No creo ser el ser despreciable que a veces ellos ven. Imagino que el mismo ser despreciable que a los 14 años yo podía ver en mis propios padres. Esa persona que esta ahí pero que es incapaz de comprender y que, sobretodo, no tengo ningún interés en que comprenda. Intuyo que mucha gente está en esta situación. Esa en que cada gesto de desprecio, cada voz más alta de lo normal, cada sensación de dejadez por lo que, en teoría, hemos construido entre todos te hiere profundamente. No, no soy el tipo más sencillo de llevar.  Eso incluye la paternidad. Tampoco el que deja aflorar esos mismos sentimientos que ahora escribo con demasiada frecuencia. Pero ahí está el problema. Tras la tormenta llega la calma. En forma de silencios. De puertas cerradas. De monosílabos por respuesta. Tampoco fui un adolescente sencillo. Seguro que si le preguntan a mi madre diría que estoy recibiendo un poco de mi propia medicina. La experiencia personal dice que en ese caso, sólo queda aguantar ... y esperar. Odio decirlo, pero fui mucho mejor hijo a los 26 que a los 16. Lo sigo siendo. El problema es que la paciencia no es otro de los dones que dios me dio. Se lo debió pasar a otros. Y no, no es una cuestión de expectativas. Estoy profundamente orgulloso de como son. De lo que son. De como piensan. De lo que hacen. Pero no soy del tipo halagador. Más bien del que se fija en lo que puede seguir mejorando. No pega con otras facetas de mi vida. Pero así es. Por esto no cierro el blog.

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