Badmotorfinger
No se habla mucho de la imprescindible labor pedagógica que llevaron a cabo los muchachos de Seattle. Cada uno a su manera, extrañamente enclavados en un mismo movimiento, todos bebiendo influencias a litros que no dudaban en reconocer y esparcir. Estos días Badmotorfinger está pasándose de nuevo por mi casa. Disco mayúsculo. Enorme. Una fulminante combinación de un tipo con una voz de otro planeta, un guitarra magnífico y un bajo-batería de una profundidad espectacular. El disco que seguramente hizo que muchos en mi generación le perdieramos el miedo al metal. Al heavy. A esos pesadísimos riffs de guitarras oscuras y a esas alucinantes voces del averno. Soundgarden están en plenitud. Es 1991. Pasando de lo casi amateur a la grandilocuencia de un metal-rock que era recogido con los brazos abiertos por sellos, público, teles y revistas. ¡Qué tiempos!. Aún sin concesiones. Aún sin influencias extemporáneas al metal. A los discos de Black Sabbath. La referencia obvia. Más cerca de Danzig