Jose Ignacio Lapido


Bueno, pues 38.5º de fiebre tienen la culpa de que no hayamos visto a Lapido este viernes en Madrid. Algo realmente triste y no sólo por los dólares perdidos. Esperaba ese concierto con ganas. Soy lapidiano y lapidinista. Seguidor y fan. Desde tiempo inmemorial. Y si, soy tambien uno de esos que le llaman el maestro y que a veces se enzarzan dentro de sus letras tratando de ver a quien ha decidido hacer referencia con su arte esta vez. 

No hay nada nuevo que yo pueda descubrir. Creo que Lapido se encuentra en un momento dulce de su carrera. Que musicalmente ha encontrado un sitio 100% propio y que con matices nuevos en cada disco, se aleja de lo acomodaticio. 

En la lírica creo que también ha aprendido a contenerse un poco. Sigue siendo el rey en ese extraño arte de introducir expresiones comunes en letras complejas. Tampoco hay mucha gente por ahi que mencione a Anaximandro en sus conciertos. Eso no implica que necesariamente lo tengas que meter en tu próximo hit single, claro 😛. Los que crecimos con él ya aprendimos quien era Polifemo, el dadá o los dioses primigenios. Ya sabemos de su (y perdón por la pasión) apoteósica capacidad para aportar nivel a un panorama de letristas aburridos y costumbristas que, soy honesto, no le llegan ni a la suela de los zapatos. Así que sí, creo que últimamente hace un pequeño esfuerzo por rebajar el nivel y las referencias aunque no se si esto ocurre de un modo consciente o no.

Voy a hablar esta vez de una canción y no de un disco. El último del maestro me parece extraordinario, pero ya que no pude verle ayer, voy a dedicarle un par de párrafos a la que seguramente es canción más famosa en su trayectoria en solitario. 

Estoy en el ángulo muerto

Es el sitio perfecto

Nadie me ve

Estoy fuera de juego

Batiéndome en duelo

Lo mismo que ayer

A solas con mis recuerdos

Los falsos y los verdaderos

Si no me ladraran los perros

Creería que sueño

Nadie me ve

Nadie me ve

Nadie me ve

Estoy en ninguna parte

Rozando el desastre

Sin nada que hacer

Estoy flotando en el aire

Supongo que sabes

Que abajo no hay red

Sentado a la diestra del padre

Esperando la luna de cáncer

Haciendo de la duda un arte

Planteándome en serio

Volver a nacer

Volver a nacer

Volver a nacer

Nadie me ve

En el ángulo muerto

(Nadie me ve)

Por el retrovisor

(Nadie me ve)

Es el sitio perfecto

Y sé que no, sé que no hay nada que hacer

Cerraron el limbo y se fueron

No vieron que yo estaba dentro

Pidiéndole al camarero

Los sacramentos

Y algo de beber

Nadie me ve

Nadie me ve

Nadie me ve

 

No hay nada esencialmente distinto en ésta respecto a los temas que Jose Ignacio aborda en otras canciones. El nostalgico perdedor. La persona en el filo que adopta esa pose contemplativa ante lo que indefectiblemente se le viene encima. El invisible. El que no tiene solución. Ese superviviente melancólico que atrapado en su ensimismamiento se ve incapaz de luchar. Letra algo oscura y pesimista en la que la dosis de emoción viene aportada por una brillante parte musical. 

Hay dos momentos en el tema que me parecen especialmente acertados. El principio, casi minimalista. Completamente acorde con el tema de la canción. Y ese último verso, donde tras un precioso puente de guitara recupera el ritmo de las estrofas iniciales y habla de un limbo en el que seguramente todos estamos de una manera u otra. Un tema casi obligatorio si es que quieres unirte a la iglesia lapidiana.

No sé, tal vez es la fiebre. Y, si Miguel Ríos también la hace muy bonita 😛.


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