Círculo que se cierra


Hubo una época en que Barcelona lo fue todo para mí. Cosas de la edad. Cosas de la idealización propia de la adolescencia. Del sentirse capaz, completo, pleno. Del no querer salir de allí. Del, a pesar de todo, ser arrancado de allí por motivos que hoy comprendo bien. En aquellos años fui carne de Eixample. De Les Corts. Del centro ... centro. De Plaza Universidad. De Calle Pelayo. De la Oveja Negra. Del Parc de l'Escorxador. Del frontón del Parque de la Espanya Industrial. De los campos de fútbol de Maria Cristina. De los cines de la calle Aribau. Los de Plaza Urquinaona. Los del Portal de l'Angel. Todos lugares que de un modo u otro me traen recuerdos. 

Era una Barcelona pre-boom turístico. Una Barcelona pre-olímpica. Una Barcelona donde los chavales nos peleábamos en el instituto y no salíamos en Telecinco. De Catalanistas contra espanyols. De Brigadas Blanquiazules contra Boixos nois. También cortábamos la calle para pedir calefacción en el instituto. La Generalitat empleaba sus fondos de maneras discutibles ya entonces. También de algún aviso de bomba de algún descerebrado. Nada nuevo bajo el sol. Català si, català no. Demasiado castellano. Demasiado poco. Derecho a aprender en catalán. A hacerlo en español. Nada nuevo bajo el sol, insisto. La Barcelona de mis primeros conciertos. De amores adolescentes. De probar y ser probado. De amistades que proponían ser para toda la vida. La belleza de la edad.

Esta semana la hemos vuelto a pasear. Todos juntos. Calor. Humedad. Turismo. Saturación. Precios por las nubes. La verdad es que nunca he dejado de ir. El trabajo me ha permitido ver la evolución de la ciudad. De ese centro que tanto me gustaba. De esos lugares que en mi mente guardan los mejores recuerdos de una época. La evolución, sin embargo, nunca me ha parecido la mejor. De aquella, mi Barcelona, apenas quedan resquicios. De aquella Rambla que las familias visitaban los domingos hoy no hay ni rastro. De aquel Ensanche orgullo del orden modernista, sólo los edificios. Un enorme descuido. Una enorme sobreexplotación. Sangrías, paellas, pick-pocketing, turistas chamuscados, suciedad ... ¿Qué es lo que han hecho?. ¿Cómo lo habéis permitido?.

Increíble involución. Inhabitable para el local. Imán para el turista. Ciudad que atrae a miles de personas de toda Europa. Ciudad que, si nada lo evita, parece que atraerá a mi propia descendencia. Así que, al final, todo es un círculo. Me fui de allí antes de poder disfrutar de aquella Barcelona universitaria. Siempre maldije aquel día. Hoy, a mi pesar, veo como la apocalíptica política universitaria de este país y de esta región en la que vivo, le da a mi hija la excusa para hacer aquello que yo no hice. Esfuerzo familiar de dimensiones titánicas de ahora en adelante. Disgusto general. Disfrute personal. Círculo que cierra casi tal y como empezó hace más de 30 años.

Y si, debo reconocer gastos aparte, la Barcelona actual no es la que yo dejé. Que ni siquiera me gusta. Que, tal y como a mis progenitores aquello no les convenció en 1989, ahora la situación no me convence a mí. También quizá deba reconocer que me hago viejo. Quizá más cauto. Tal vez, simplemente no entiendo nada y tengo que dejar hacer. 

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