¡Andaluces, levantaos!
Andalucía por si, para España y la Humanidad. Así reza el banderolo andaluz en un fraseo leal dedicado a quien mas la vapulea. Esa tierra en la que se vive bien, se respira mejor y donde con poco, la gente parece ser más feliz que en otros sitios. Será el sol, la playa, el chiringuito, el aceite de oliva, el salmorejo, la Alhambra o los langostinos de Sanlucar. Andalucia esa tierra en la que los jóvenes no tienen opciones, donde los pueblos no se vacían a base de subsidio, donde el señorito sigue siendo una aspiración y donde la hegemonía política establece un sistema que solo por el tiempo que lleva en el poder, huele a óxido y cierta putrefacción. Andalucía la del chiste, la del fino, la del bar. Como si no trabajara, estudiara, invirtiera, construyera o sufriera como cualquier otra. Andalucía, esa que permite que se juegue con su habla, con su identidad y con su esencia como si fuera segunda a alguna otra. Andalucia, la de la flamenca, el ingenioso cuenta chistes, la Semana Santa, el toro, el malafollá, el aje y la gracia malentendida. Esa Andalucia que de falta de ambición, conformismo y ausencia de cambio seguirá como hasta ahora si nada lo remedia mañana.
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